martes, 8 de marzo de 2016

TENTATIVAS DE AGOTAR UN LUGAR PLATENSE - (GEORGES PEREC)

Hay es esta esquina:
Primero, un espacio que me contiene (no tiene una forma muy regular)
Una pared describe un cuarto de circulo, una es recta y larga. Otra es corta y termina en un pasillo (desde el pasillo accedo). Tiene techo de yeso y piso de madera.
Hay dos puertas. Una siempre cerrada, como escondiendo la ordinariez de lo escatológico.
La otra va a la cocina, donde yace humeante el mate amargo.
Hay en esta esquina:
Extensas ventanas (tres paños apareados) que me dejan ver todo.
Si no fuera por lo carcelario del término, le llamaría mi "panóptico" personal. Fucault me tiene sin cuidado, de todas maneras.
Desde la ventana: veo mucho, oigo mucho, huelo mucho y siento mucho.

VEO: un edificio grande en la esquina opuesta. Es un depósito. Tiene persianas metálicas pintadas de azul. Domina toda la visual, como enmarcando las perspectivas. Me dice: "mira para allá o para el otro lado, más no podés ver". La fachada es de "estilo". Es un edificio antiguo reciclado. Justo en la ochava parece haber una oficina. Arriba, tiene una ornamenta muy peculiar: parece un globo inflado con helio, atado a una soga, como flotando en el aire. Pero es metálico y macizo. Debe pesar sus buenos kilos. Cada vez que hay tormenta, me siento en la ventana esperando que un rayo lo impacte (está a 15 metros, así que si eso sucede, y estoy cerca, es probable que no cuente la historia). A la derecha está el colegio, que me recuerda mucho al Bachillerato Humanista, porque está, desde ésta ventana, a la misma distancia de la oficina donde trabajaba en Concordia. Al mediodía cientos de chicos entran y salen, y los autos esperan en doble fila (a sus pasajeros). Si miro a la izquierda veo árboles. El que está más cerca está seco,como muerto, a punto de caer sobre la cabeza de algún desprevenido. Hacia arriba, cielo, abierto. Abajo asfalto, sucio, húmedo, gastado. Las veredas incompletas, de cemento agrietado y baldosas faltantes. Y puchos, muchos puchos.

HUELO: Arboles reverdecer, arboles secarse, aire sucio, la destilería funcionando (si el viento sopla desde el río), cigarrillos recién prendidos, de tabaco o de marihuana, humo de los caños de escape y de un eventual asado, gasolina, que desparraman los micros al doblar en la esquina, perfumes de hombre, perfumes de mujer. Huelo comida, sobre todo pizzas, por las noches cuando funciona el delivery de calle 43. Y el nauseabundo hedor que emerge de las alcantarillas.

ESCUCHO: murmuros, gente pasar. El gremio que se reúne día de  por medio en la cuadra de enfrente, con sus megáfonos. Autos, cientos, miles, pasando, yendo y viniendo. Sin cesar. Rápido, despacio, con cautela. Y colectivos, muchos (a una cuadra está la terminal). También escucho helicópteros. Aviones. Aves. Bicicletas. Música. Golpes. Gritos. Sexo. Idiomas. Instrumentos. Pasos. Insultos. Escucho todo. Preferiría el silencio.

SIENTO: Sobre todo dos cosas: la brisa que entra abundante y las vibraciones que provoca el tránsito. Siento ganas de salir a caminar también, con toda esa vida ahí afuera. Siento pena por la tristeza de algunos rostros. Lástima por los tipos que desfilan al quilombo de la vuelta. Está tan cerca la calle, que si me estirara un poco más casi que la tocaría. Tiene textura la esquina, pero no puedo palparla.

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